Estos son los cuentos y marcapáginas ganadores del VII Certamen Plástico-Literario La Aduana
Los niños de 1ºA conocen el mundo con Pupi
Un
día Pupi y los alumnos de 1º A de La Aduana deciden conocer el mundo y se ponen
a viajar.
En
primer lugar llegan a México, se encuentran con un lobo que les da mucho miedo
y se ponen a correr. Mientras corren ven muchos mexicanos.
Corriendo,
corriendo, llegaron a Japón y se encontraron con los japoneses. En Japón coincidieron con Doraimon que les enseñó una puerta mágica.
Pupi y los alumnos de 1º A decidieron cruzarla
y se encontraron en el Polo Norte. ¡Qué frío! dijeron todos.
Comienzan a mirar y ven un oso polar. Doraimon consigue hacerse amigo
del oso y, a lomos del animal, viajan por
el Polo Norte.
El oso los dejó en Etiopía, África. Allí vieron muchos negritos y
pudieron comprobar que eran muy simpáticos y agradables.
Continuaron
viajando y llegaron a Estados Unidos. Se quedaron en la ciudad de San
Francisco, donde pudieron ver mucha gente diferente, de muchas razas y
costumbres. Cada uno hablaba en idiomas diferentes.
Pupi decidió hacer una papilla y
todos comieron. Cuando la probaron, hablaban y se entendían muy bien.
¡Qué contentos estaban!
También
fueron a Hawai.
Alba M. M., 1º A |
Cansados de viajar decidieron volver a España. Llegaron a Madrid. Pupi y los alumnos de 1º A pensaron ir a ver un partido de fútbol al Santiago Bernabeu. En el estadio había muchas personas diferentes y todas se respetaba.
Para
regresar a Córdoba suben en el Ave. Todos los padres y las madres se ponen muy
felices por volver a ver a sus hijos. Cuando
llegaron al colegio de la Aduana los niños de 1º B y de 1º C querían conocer su
experiencia. Pupi y los alumnos de 1º A les dijeron que "es
muy bonito conocer y respetar a gente diferente"
Colectivo, 1ºA
El viaje de Julieta en Australia
Había una vez una niña
que se llamaba Julieta. Julieta fue a Australia y se encontró con una niña que
se llamaba Amanda y se hicieron amigas. Jugaron juntas y se tomaron un helado
de fresa.
Eran de lugares y
costumbres distintas pero consiguieron quererse mucho y aprendieron una de
otra.
Julieta A. O., 1ºB
T. Azahara G. B., 1ºB |
África R. R., 1ºC |
Los
tres niños
Había una vez un
colegio en el que sus alumnos eran de distintos países. Antonio era de España,
José Carlos, de Egipto y Pablo, de Francia.
Un día, en clase,
hablaron de sus costumbres y, de esta manera, todos los niños aprendieron
muchísimo sobre las comidas y monumentos de los otros países.
Antonio B. J.,1ºC
Zoe
en Europa
Érase una vez, un niño
llamado Zoe que quería ir a Bulgaria, Austria, Suecia, Reino Unido y
Luxemburgo, pero sus padres no lo dejaban, así que se escapó y fue a los cinco
países.
Primero fue a Bulgaria
y conoció muchas cosas nuevas: que la capital era Sofía, que la comida más
famosa es yogur con agua, que todas las palabras terminaban en –ov, que la
moneda se llamaba lev y, por último, que “no” era “sí”.
El segundo lugar fue
Austria y aprendió que su capital era Viena, que las comidas más famosas eran
el pan vienés y la tarta Sacher, que había músicos muy famosos como Mozart,
Strauss, Karajan y Schuber, que había un palacio imperial y que había unas
ciudades muy importantes que se llamaban Salzburgo e Irnsbruck.
En tercer lugar fue a
Reino Unido y descubrió que su capital era Londres y que el escritor de “Alicia
en el País de las Maravillas” nació allí.
Pero echaba tanto de
menos a su familia que se fue con ellos y cuando llegó les dio un abrazo muy
fuerte. Los otros dos países los visitaría al siguiente año con su familia.
Paula P. L.,2ºA
Nicolás B. D., 2ºA |
Lucía B. M., 2ºB |
El
país: Grecia
En un fin de semana me
iba a Grecia a descubrir cosas de ella. Por cierto, me llamo Juan. Cuando
llegué, le pregunté a mi padre:
—
Papá, ¿podemos ir
al Partenon?
Dijo mi padre:
—
¡Por supuesto!
¡Verás qué bonito es!
Fuimos al Partenon en
coche. Cuando llegamos y lo vi, me impresioné.
Le hicimos fotos. Luego, cuando nos fuimos, nos paramos en un parque y
allí me encontré un niño muy simpático. Se llamaba Miguel. Le pregunté:
—
¿Puedo jugar
contigo?
—
Pues claro — dijo
Miguel.
Nos quedamos en el parque dos horas jugando.
Me fui a la casa de
Grecia, miré por el ordenador y me enteré de que había once millones de
habitantes. Hablan en idioma griego, pero al menos entiendo el idioma griego.
Fui al armario y me
encontré un gato muy lindo y bonito. Mi padre me dejó quedármelo. Nos
divertimos mucho. De repente tocaron al timbre, era mi amigo Miguel. Jugamos al
fútbol, al tenis y también jugamos con mi gato. Por cierto, mi gato se llama
Tati. Luego el gato dijo:
—
¿Puedo ir a
España contigo?
—
¡Vaya por Dios!
¿Tú hablas?
—
¡Pues claro!
—
Por supuesto que puedes ir a España, pero solo
si no haces “miau”.
Fuimos a España e hizo: miau, miau.
Patricia B. P., 2ºC |
Juan J. O. P., 2ºB
Un
viaje fantástico en el tiempo
Érase una vez una niña
llamada Alejandra. Tenía una piel rosada y bonita, ojos verdes, nariz chata y
era alta. Tenía un perrito que se llamaba Sacha.
Un día, hace tiempo,
por la noche, los romanos se montaron en la máquina del tiempo y… ¡¡¡ZAS!!!, en
un momento llegaron a la época de Alejandra.
Los romanos se
quedaron asombrados de lo bonito que era el país de Alejandra, España.
“¡Guaaaau!”, dijo el general romano mientras que Alejandra dormía. Pero en un
momento inesperado, ella abrió los ojos, rápidamente se asomó a la ventana… ¡y
vio un ejército romano!
Se preguntó a sí misma
“¿Esto es un sueño o la realidad? ¡No lo sé!”. Pero era verdad.
El general romano se
encontró una cosa rara con números.
—
¿Qué es? — dijo
el general mientras Alejandra bajaba las escaleras para ir al patio donde
estaba el ejército.
— ¡He
visto un ejército de verdad! —
dijo ella.
Entonces Alejandra le
enseñó el teléfono, le explicó para qué servía y se lo regaló para comunicarse
cuando quisieran. Y fue la hora de irse.
Y colorín, colorado,
este cuento se ha acabado.
Claudia B.,2ºC
Pedro d.l.T.A., 3ºA |
Unos
nuevos amigos
Érase una vez una niña
llamada Irenn y su hermano Ralph que eran ingleses. Un día fueron a España para
ver los monumentos.
Fueron a ver La
Mezquita y se encontraron unos niños jugando al escondite. Ralph les dijo:
—
How are you?
Y los demás le
dijeron:
—
No te entendemos.
Entonces Irenn dijo
con un poco de acento inglés:
—
¿Podemos jugar?
Y todos dijeron que
sí.
Se juntaron dos niños,
uno americano y otro de Oceanía. Jugaron
toda la tarde y, siendo cada uno de un país, se lo pasaron genial.
Adrián C. D., 3ºA
Los
países son amigos
Había una vez unos
niños que iban al colegio. El primer día de colegio vinieron muchos niños
nuevos. Había de todas las culturas y de todas las razas. Eran niños de
Marruecos, de Rusia, de China y de América.
Usúe M. T., 3ºB |
Los niños que venían
nuevos al principio no se juntaban con nadie. Pero cuando se juntaron, todos
los niños empezaron una aventura: los niños empezaron a investigar sobre otros
países y otras culturas. Fueron todos viajando para descubrir más fiestas, más
especies de comida, más costumbres…
Viajaron por todo el
mundo y compraron cosas para luego explicarlas en su clase. También
investigaron sobre los animales.
Cuando llegaron a su
clase, explicaron lo que habían traído.
Laura P. C., 3ºB
El
bosque de los cuentos
En una casa en el
bosque vivían una madre con un niño chino al que había adoptado. La madre le
decía siempre que no entrase en lo más profundo del bosque porque podría
perderse. El niño siempre la escuchaba pero, un día, mientras jugaba a la
pelota, la pelota desapareció en el bosque y fue a cogerla.
El niño entró en el
bosque para buscarla y, cuando la encontró, se había perdido y no sabía dónde
estaba el camino para llegar a su casa. El niño se sintió muy asustado y muerto
de miedo.
Entonces aparecieron
tres niños, uno de África, uno de Asia y uno de España, que le preguntaron qué
le pasaba.
—
Estoy muy asustado porque no sé dónde está mi casa — les dijo el niño.
—
No te preocupes, te llevaremos a tu casa.
Y así fue. Los niños
le llevaron a su casa y le prometió a su madre que nunca volvería a meterse en
el fondo del bosque.
Lucía J. V., 3ºC
Julia D. B., 4ºA |
Interculturalidad
—Hola,
me llamo Ábain y soy un niño de Asia. He venido de allí porque mi padre ha
encontrado trabajo aquí, en España. Hoy es mi primer día de cole y espero
encontrar amigos que me acepten.
—
¡Cochinagua! Me llamo Trainer y soy un niño de Japón. Llevo en España desde
Navidad, pero en el cole me siento solo. Ayer la seño dijo que hoy venía un
niño nuevo. ¡Estoy deseando conocerle!
Ábain es muy tímido,
pero es muy listo gracias a que ha viajado por muchos países. Cuando entra en
el colegio, todos lo miran extrañados menos Trainer que le dice:
—
¡Hola!, me llamo Trainer. La clase es por aquí. Si quieres te puedes sentar a
mi lado.
Ábain se puso rojo y
respondió “¡Vale!”.
Fueron a la clase y
por el camino fueron charlando. Trainer le dijo que como él era de Japón, nadie
quería estar con él. Ábain, susurrando, le dijo:
—
¡Yo seré tu amigo!
Cuando pasaron unos
años, ya nadie los encontraba raros; además, vinieron niños de todas partes y
allí se sentían muy a gusto. Cuando Ábain y Trainer fueron a la universidad,
nadie los veía raros y allí tuvieron muchos más amigos.
Desde entonces, nos
hacemos amigos de todos, porque alguien que sea diferente no significa que sea
malo.
Teresa M. L., 4ºA
Irene G. G. P., 4ºB |
¡Viva
la interculturalidad!
Érase una vez un niño
que se llamaba Ismán. Tenía el pelo oscuro, los ojos oscuros y la piel morena.
¡Normal, era indio!
Un día, Ismán se tuvo
que mudar de La India porque había mucha miseria, así que se instaló en
Mongolia con sus padres.
El primer día de su
nuevo colegio iba muy nervioso. Cuando llegó a su clase todos los niños se
reían de él porque era indio y todos los demás eran mongoles. Entre las risas,
una niña muy guapa de pelo oscuro y largo, se acercó a el y le dijo:
—
¡Hola! Me llamo Shanji, ¿y tú?
—
Yo… me… lla… mo… Is, is, ismááán… — titubeó. — ¿Por qué tu no te ríes de mí?
—
Porque la seño nos ha explicado el significado de la interculturalidad y me
parecería muy feo reírme de ti.
Ese día la seño les
puso de tareas hacer un trabajo sobre Mongolia. Como Ismán era nuevo en el
país, no sabía nada, pero Shanji se ofreció a ayudarle, así que, después del
colegio, Ismán se fue a casa de Shanji a hacerlo.
En casa de Shanji,
cuando terminaron el trabajo, Ismán preguntó:
—
¿Podrías conseguir que no se rieran de mí?
—
Claro.
A la mañana siguiente,
en el recreo, Shanji dijo:
— ¡Atención
todos! Os quiero explicar el significado de interculturalidad: significa tratar
a las personas por cómo son, no por el país o la raza de la que sean. Significa
apoyarnos unos a otros, sin importarnos más detalles.
Mónica G. B., 4ºC |
Todos los niños
aplaudieron y, desde ese día, ninguno se volvió a reír de Ismán ni de otros
niños de distintas razas.
Y ahora te pregunto:
¿Qué es la interculturalidad para ti?
Alejandra B. M., 4ºC
Aisha
La mañana comenzó como
siempre, todos abrimos el libro de Lengua mientras la profesora escribía la
fecha en la pizarra. De repente, alguien llamó a la puerta. Era la directora acompañada
de una niña.
Todos nos quedamos
mirando porque Aisha, que así se llamaba la niña, era muy guapa y tenía un
vestido típico de su cultura, que era precioso. La profesora nos la presentó y
la animó a sentarse.
Empezamos a
preguntarle acerca de su país, sus costumbres, alimentos típicos… Como la
profesora vio que estábamos interesados, invitó a su familia a clase para que
nos contaran más cosas de su país. Gracias a Aisha hemos aprendido muchas
palabras y algunas frases en árabe.
El día de la visita de
su madre, Deima, disfrutamos mucho. Comimos cuscús, nos probamos vestidos…, y
lo que más nos gustó fue cuando Deima nos pintó las manos con henna.
Aisha estuvo en el
cole solo un curso. Su despedida fue triste, pero seguimos hablando con ella.
Todos nos acordamos de ella porque fue muy buena amiga.
Irene M. H., 5ºA
Lucía O. P., 5ºA |
Los
sueños del mundo
Érase una vez un niño
llamado Iván. Era un niño algo, rubio, con los ojos azules y un poco delgado.
También era simpático, amable, generoso, divertido y risueño.
Un día soñó que un
americano le pegaba, le insultaba y le hacía quedar en ridículo. Se despertó
pensando que los americanos eran así. Se lo contó a su madre y ella le dijo que
estaba equivocado, pero Iván no la escuchó, era como si oyera llover.
Al cabo de varios
años, cuando estaba en el instituto, se quiso ir de intercambio a América. En
dos semanas organizó su viaje. Se quedó en una casa bastante grande y
acogedora.
La familia que le iba
a acompañar en esta aventura estaba formada por la madre, el padre y sus dos
hijas, Julie y Kate. Julie tenía 14 años y Kate, 10.
Al llegar les dio muy
buena impresión. Eran muy educados y Julie y Kate le enseñaron muchas
tradiciones que en España no había. Sinceramente, no se podía quejar, le
trataban como a un rey.
Pero llegó el día de
volver a España y no tenía ganas. Lo primero que hizo al llegar fue darles un
beso y un abrazo a su padre y a su madre. También les dijo:
—
¡Qué ganas tengo de volver a América!
—
¡Pero si a ti no te gustaba! —
dijo la madre.
—
Sí, pero eso fue un sueño, la realidad es muy diferente. Además, me han
enseñado muchas cosas y he conocido mucha gente nueva ya que América está
formada por muchas razas diferentes de todo el mundo. Ha sido una experiencia
inolvidable.
Laura V. E., 5ºB
Iciar M. T., 5ºB |
Kento,
un chico curioso
Érase una vez un chico
llamado Kento que vivía en La India. Su padre trabajaba en una fábrica de
coches, pero un día la fábrica quebró y, claro, tuvieron que despedirlo.
Pasaron dos días y el
papá de Kento, que se llamaba Álvaro, no encontraba trabajo y Sofía, la mamá de
Kento, se enfadó muchísimo. El padre tuvo que recurrir a buscar trabajo por una
página web llamada www.toma/trabajo.net.
Al cabo de una semana
llamaron a Álvaro y le dijeron que le habían contratado, pero había un
problema, el trabajo era en América. El padre le dijo a Kento:
—
Hijo, despídete de tus amigos.
Kento contestó:
—
¿Por qué?
Y le dijo el padre:
—
Porque nos marchamos a América.
Kento lloró mucho,
pero al final lo tuvo que asumir.
El avión tardó 9 h 51
m 38 s en llegar a México D.F. Al día siguiente Kento no fue al colegio porque
estaba cansado.
Llegó el día de ir al
colegio y allí se lamentó mucho más. Pero, menos mal que conocía a un niño
llamado Luke que le preguntó porqué no le gustaba América y Kento no le contestó porque no
tenía ganas de hablar nada de nada.
Esa noche, antes de
acostarse, cenó, como todo el mundo. Se lavó los dientes y se acostó. Tuvo una
especie de sueño –pesadilla- y soñó con un fantasma que le mostró la pasada
ciudad de México D.F. y Kento dijo:
—
¡Qué bonito!
—
Estaba equivocado.
Pedro S. G., 5ºC |
Por la mañana se
levantó corriendo, sin desayunar ni nada, y se fue corriendo a disculparse con
Luke y los demás compañeros por decir que odiaba América.
David M. M., 5ºC
La
amistad multicultural
Había una vez un niño
procedente de África llamado Zuri. Su madre Sarah y él venían de un pueblecito
muy pequeño donde vivían en cabañas y, dadas sus malas condiciones de vida,
vinieron a España.
Era su primer día en
aquel barrio. Mientras ayudaba a su madre con la mudanza, Zuri observó una
placa que había en el patio del bloque donde ponía “Zona de fútbol”. Le pidió
permiso a su madre para ir a jugar y se acercó. Los niños, extrañados de ver un
niño con la piel tan morena, se quedaron pasmados, no estaban acostumbrados a
ver personas africanas.
Zuri les preguntó,
algo extrañado, si podía jugar al fútbol con ellos. Entonces, los niños
empezaron a reírse como nunca lo habían hecho y Gonzalo, el niño que tenía la
pelota, exclamó entre carcajadas:
—
Lo siento, pero se mancharía cuando la tocaras tú y me castigarían.
Aquellos niños
ignorantes se burlaban de él como si fuera diferente a ellos, como si fuera de
otro planeta. Zuri corrió hasta su casa y, llorando, le suplicó a su madre que
se marcharan de allí, que unos niños le habían insultado y reído de él. Su
madre, al haber tenido él una infancia tan dura, le dijo:
—
Puede que tú tengas la piel más oscura que ellos, pero tú tienes el corazón más
puro y limpio.
Pablo T. M., 6ºA |
El niño abrazó a su
madre y volvió a salir al patio. Salió corriendo, cogió aquel balón e hizo
trucos que ninguno de los otros niños sabía hacer. Zuri exclamó con una sonrisa
de oreja a oreja:
—
¡Y mirad, la pelota está como nueva, ni una mancha!
Aquella pandilla le
pidió perdón, le dijeron que lo habían subestimado y que ellos le enseñarían
sus costumbres a cambio de que él les enseñara aquellos trucos con la pelota.
Zuri empezó a reírse, respiró un segundo y dijo:
—
¡Acepto!
Al día siguiente, en
el colegio, todo el mundo lo aplaudió al entrar en clase, nadie lo trató con
malos modos.
Aquel barrio era
pequeño y las noticias volaban. Zuri se dio cuenta de que por fin tenía amigos
que le apreciaban de verdad. A partir de ahí, todas las tardes quedaban en el
patio para jugar al fútbol y lo nombraron el capitán del equipo.
Para finalizar, Zuri
se dirigió hacia la placa del patio y dijo:
—
La palabra fútbol me gusta, pero en mi país lo llamamos “shirmaha”.
Entonces todos
gritaron:
—
¡Shirmaha! ¡Me gusta!
Y al cabo de algunos
años, en esta escuela y en muchas más, hubieron niños africanos, chinos,
rusos…, y a todos les encantaba el “shirmaha”.
La moraleja de esta
historia es que da igual el color de nuestra piel o de la cultura que
procedamos, lo importante es qué clase de persona seamos y debemos ser
respetuosos porque todos somos iguales.
Claudia M. G., 6ºB |
Laura M. J., 6ºA
Un
sueño muy real
Había una vez un niño
llamado Tim. Tim vivía en Londres con su padre y su madre. Su madre era maestra
y su padre piloto de avión.
Un día decidieron
hacer un viaje a Australia. Partieron el día 15 de junio. Cuando estaban a
punto de llegar a su destino, estalló una tormenta. Empezó a llover a mares y,
de repente, le cayó un rayo al avión, el motor se incendió y empezó a caer en
picado. Tim, al ver que caían, cogió un paracaídas y un chaleco salvavidas.
El pánico empezó a
correr y empezaron a saltar del avión. Cayeron en el mar y cogieron una balsa.
Tim se durmió y, al despertarse, estaba en una isla. No veía a sus padres ni a
nadie. Estaba solo.
Se levantó y se puso a
buscar materiales para construir una cabaña. Al entrar en la selva, vio un
poblado, eran indígenas. Entró en el poblado e intentó comunicarse con ellos.
Al principio no pudo, pero luego aprendió su lengua, sus costumbres, a preparar
sus comidas y a respetar la naturaleza. Estuvo allí tres años.
Un día le cayó un coco
en la cabeza. Cuando se despertó, estaba en su casa, en su cama. Había sido un
sueño, ¿o no? Lo único que sabía es que estaba contento de haber aprendido otra
cultura.
Pablo S. P., 6ºB
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