28 abr 2015

VII Certamen plástico-literario

 Estos son los cuentos y marcapáginas ganadores del VII Certamen Plástico-Literario La Aduana



Los niños de 1ºA conocen el mundo con Pupi

      Un día Pupi y los alumnos de 1º A de La Aduana deciden conocer el mundo y se ponen a viajar.
      En primer lugar llegan a México, se encuentran con un lobo que les da mucho miedo y se ponen a correr. Mientras corren ven muchos mexicanos.
      Corriendo, corriendo, llegaron a Japón y se encontraron con los japoneses. En Japón  coincidieron con Doraimon que les enseñó una puerta mágica.
      Pupi y los alumnos de 1º A decidieron cruzarla y se encontraron en el Polo Norte. ¡Qué frío! dijeron todos. Comienzan a mirar y ven un oso polar. Doraimon consigue hacerse amigo del oso y, a lomos  del animal, viajan por el Polo Norte. 
       El oso los dejó en Etiopía, África. Allí vieron muchos negritos y pudieron comprobar que eran muy simpáticos y agradables.
     Continuaron viajando y llegaron a Estados Unidos. Se quedaron en la ciudad de San Francisco, donde pudieron ver mucha gente diferente, de muchas razas y costumbres. Cada uno hablaba en idiomas diferentes. 
      Pupi decidió hacer una papilla y todos comieron. Cuando la probaron, hablaban y se entendían muy bien. ¡Qué contentos estaban!
      También fueron a Hawai.

Alba M. M., 1º  A

 Cansados de viajar decidieron volver a España. Llegaron a Madrid. Pupi y los alumnos de 1º A pensaron ir a ver un partido de fútbol al Santiago Bernabeu. En el estadio había  muchas personas diferentes y todas se respetaba.
      Para regresar a Córdoba suben en el Ave. Todos los padres y las madres se ponen muy felices por volver a ver a sus hijos.   Cuando llegaron al colegio de la Aduana los niños de 1º B y de 1º C querían conocer su experiencia. Pupi y los alumnos de 1º A les dijeron que "es muy bonito conocer y respetar a gente diferente"
Colectivo, 1ºA


El viaje de Julieta en Australia


Había una vez una niña que se llamaba Julieta. Julieta fue a Australia y se encontró con una niña que se llamaba Amanda y se hicieron amigas. Jugaron juntas y se tomaron un helado de  fresa.
Eran de lugares y costumbres distintas pero consiguieron quererse mucho y aprendieron una de otra.
Julieta A. O., 1ºB
T. Azahara G. B., 1ºB
África R. R., 1ºC

Los tres niños

Había una vez un colegio en el que sus alumnos eran de distintos países. Antonio era de España, José Carlos, de Egipto y Pablo, de Francia.
Un día, en clase, hablaron de sus costumbres y, de esta manera, todos los niños aprendieron muchísimo sobre las comidas y monumentos de los otros países.
Antonio B. J.,1ºC

Zoe en Europa

Érase una vez, un niño llamado Zoe que quería ir a Bulgaria, Austria, Suecia, Reino Unido y Luxemburgo, pero sus padres no lo dejaban, así que se escapó y fue a los cinco países.
Primero fue a Bulgaria y conoció muchas cosas nuevas: que la capital era Sofía, que la comida más famosa es yogur con agua, que todas las palabras terminaban en –ov, que la moneda se llamaba lev y, por último, que “no” era “sí”.
El segundo lugar fue Austria y aprendió que su capital era Viena, que las comidas más famosas eran el pan vienés y la tarta Sacher, que había músicos muy famosos como Mozart, Strauss, Karajan y Schuber, que había un palacio imperial y que había unas ciudades muy importantes que se llamaban Salzburgo e Irnsbruck.
En tercer lugar fue a Reino Unido y descubrió que su capital era Londres y que el escritor de “Alicia en el País de las Maravillas” nació allí.
Pero echaba tanto de menos a su familia que se fue con ellos y cuando llegó les dio un abrazo muy fuerte. Los otros dos países los visitaría al siguiente año con su familia.
Paula P. L.,2ºA
Nicolás B. D., 2ºA

Lucía B. M., 2ºB
El país: Grecia 

En un fin de semana me iba a Grecia a descubrir cosas de ella. Por cierto, me llamo Juan. Cuando llegué, le pregunté a mi padre: 

     Papá, ¿podemos ir al Partenon?
Dijo mi padre:
     ¡Por supuesto! ¡Verás qué bonito es!
Fuimos al Partenon en coche. Cuando llegamos y lo vi, me impresioné.  Le hicimos fotos. Luego, cuando nos fuimos, nos paramos en un parque y allí me encontré un niño muy simpático. Se llamaba Miguel. Le pregunté:
     ¿Puedo jugar contigo?
     Pues claro — dijo Miguel.
Nos quedamos en el parque dos horas jugando.
Me fui a la casa de Grecia, miré por el ordenador y me enteré de que había once millones de habitantes. Hablan en idioma griego, pero al menos entiendo el idioma griego.
Fui al armario y me encontré un gato muy lindo y bonito. Mi padre me dejó quedármelo. Nos divertimos mucho. De repente tocaron al timbre, era mi amigo Miguel. Jugamos al fútbol, al tenis y también jugamos con mi gato. Por cierto, mi gato se llama Tati. Luego el gato dijo:
     ¿Puedo ir a España contigo?
     ¡Vaya por Dios! ¿Tú hablas?
     ¡Pues claro!
      Por supuesto que puedes ir a España, pero solo si no haces “miau”.
Fuimos a España e hizo: miau, miau.
Patricia B. P., 2ºC
Juan J. O. P., 2ºB

 Un viaje fantástico en el tiempo 

Érase una vez una niña llamada Alejandra. Tenía una piel rosada y bonita, ojos verdes, nariz chata y era alta. Tenía un perrito que se llamaba Sacha.
Un día, hace tiempo, por la noche, los romanos se montaron en la máquina del tiempo y… ¡¡¡ZAS!!!, en un momento llegaron a la época de Alejandra.
Los romanos se quedaron asombrados de lo bonito que era el país de Alejandra, España. “¡Guaaaau!”, dijo el general romano mientras que Alejandra dormía. Pero en un momento inesperado, ella abrió los ojos, rápidamente se asomó a la ventana… ¡y vio un ejército romano!
Se preguntó a sí misma “¿Esto es un sueño o la realidad? ¡No lo sé!”. Pero era verdad.
El general romano se encontró una cosa rara con números.
¿Qué es? dijo el general mientras Alejandra bajaba las escaleras para ir al patio donde estaba el ejército.
¡He visto un ejército de verdad! dijo ella.
Entonces Alejandra le enseñó el teléfono, le explicó para qué servía y se lo regaló para comunicarse cuando quisieran. Y fue la hora de irse.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
Claudia B.,2ºC
Pedro d.l.T.A., 3ºA


Unos nuevos amigos

Érase una vez una niña llamada Irenn y su hermano Ralph que eran ingleses. Un día fueron a España para ver los monumentos.
Fueron a ver La Mezquita y se encontraron unos niños jugando al escondite. Ralph les dijo:
How are you?
Y los demás le dijeron:
No te entendemos.
Entonces Irenn dijo con un poco de acento inglés:
¿Podemos jugar?
Y todos dijeron que sí.
Se juntaron dos niños, uno americano y otro de Oceanía. Jugaron  toda la tarde y, siendo cada uno de un país, se lo pasaron genial.
Adrián C. D., 3ºA

Los países son amigos

Había una vez unos niños que iban al colegio. El primer día de colegio vinieron muchos niños nuevos. Había de todas las culturas y de todas las razas. Eran niños de Marruecos, de Rusia, de China y de América.
Usúe M. T., 3ºB
Los niños que venían nuevos al principio no se juntaban con nadie. Pero cuando se juntaron, todos los niños empezaron una aventura: los niños empezaron a investigar sobre otros países y otras culturas. Fueron todos viajando para descubrir más fiestas, más especies de comida, más costumbres…
Viajaron por todo el mundo y compraron cosas para luego explicarlas en su clase. También investigaron sobre los animales.
Cuando llegaron a su clase, explicaron lo que habían traído.
Laura P. C., 3ºB

El bosque de los cuentos

En una casa en el bosque vivían una madre con un niño chino al que había adoptado. La madre le decía siempre que no entrase en lo más profundo del bosque porque podría perderse. El niño siempre la escuchaba pero, un día, mientras jugaba a la pelota, la pelota desapareció en el bosque y fue a cogerla.
El niño entró en el bosque para buscarla y, cuando la encontró, se había perdido y no sabía dónde estaba el camino para llegar a su casa. El niño se sintió muy asustado y muerto de miedo.
Entonces aparecieron tres niños, uno de África, uno de Asia y uno de España, que le preguntaron qué le pasaba.
Estoy muy asustado porque no sé dónde está mi casa les dijo el niño.
No te preocupes, te llevaremos a tu casa.
Y así fue. Los niños le llevaron a su casa y le prometió a su madre que nunca volvería a meterse en el fondo del bosque.
Lucía J. V., 3ºC
 
Marta R.G., 3ºC
Julia D. B., 4ºA

Interculturalidad 

Hola, me llamo Ábain y soy un niño de Asia. He venido de allí porque mi padre ha encontrado trabajo aquí, en España. Hoy es mi primer día de cole y espero encontrar amigos que me acepten.
¡Cochinagua! Me llamo Trainer y soy un niño de Japón. Llevo en España desde Navidad, pero en el cole me siento solo. Ayer la seño dijo que hoy venía un niño nuevo. ¡Estoy deseando conocerle!
Ábain es muy tímido, pero es muy listo gracias a que ha viajado por muchos países. Cuando entra en el colegio, todos lo miran extrañados menos Trainer que le dice:
¡Hola!, me llamo Trainer. La clase es por aquí. Si quieres te puedes sentar a mi lado.
Ábain se puso rojo y respondió “¡Vale!”.
Fueron a la clase y por el camino fueron charlando. Trainer le dijo que como él era de Japón, nadie quería estar con él. Ábain, susurrando, le dijo:
¡Yo seré tu amigo!
Cuando pasaron unos años, ya nadie los encontraba raros; además, vinieron niños de todas partes y allí se sentían muy a gusto. Cuando Ábain y Trainer fueron a la universidad, nadie los veía raros y allí tuvieron muchos más amigos.
Desde entonces, nos hacemos amigos de todos, porque alguien que sea diferente no significa que sea malo.
                                                                             Teresa M. L., 4ºA
Irene G. G. P., 4ºB

¡Viva la interculturalidad!

Érase una vez un niño que se llamaba Ismán. Tenía el pelo oscuro, los ojos oscuros y la piel morena. ¡Normal, era indio!
Un día, Ismán se tuvo que mudar de La India porque había mucha miseria, así que se instaló en Mongolia con sus padres.
El primer día de su nuevo colegio iba muy nervioso. Cuando llegó a su clase todos los niños se reían de él porque era indio y todos los demás eran mongoles. Entre las risas, una niña muy guapa de pelo oscuro y largo, se acercó a el y le dijo:
¡Hola! Me llamo Shanji, ¿y tú?
Yo…  me… lla… mo… Is, is, ismááán… titubeó. ¿Por qué tu no te ríes de mí?
Porque la seño nos ha explicado el significado de la interculturalidad y me parecería muy feo reírme de ti.
Ese día la seño les puso de tareas hacer un trabajo sobre Mongolia. Como Ismán era nuevo en el país, no sabía nada, pero Shanji se ofreció a ayudarle, así que, después del colegio, Ismán se fue a casa de Shanji a hacerlo.
En casa de Shanji, cuando terminaron el trabajo, Ismán preguntó:
¿Podrías conseguir que no se rieran de mí?
Claro.
A la mañana siguiente, en el recreo, Shanji dijo:
¡Atención todos! Os quiero explicar el significado de interculturalidad: significa tratar a las personas por cómo son, no por el país o la raza de la que sean. Significa apoyarnos unos a otros, sin importarnos más detalles.
Mónica G. B., 4ºC
Todos los niños aplaudieron y, desde ese día, ninguno se volvió a reír de Ismán ni de otros niños de distintas razas.
Y ahora te pregunto: ¿Qué es la interculturalidad para ti? 
Alejandra B. M., 4ºC

  Aisha

La mañana comenzó como siempre, todos abrimos el libro de Lengua mientras la profesora escribía la fecha en la pizarra. De repente, alguien llamó a la puerta. Era la directora acompañada de una niña.
Todos nos quedamos mirando porque Aisha, que así se llamaba la niña, era muy guapa y tenía un vestido típico de su cultura, que era precioso. La profesora nos la presentó y la animó a sentarse.
Empezamos a preguntarle acerca de su país, sus costumbres, alimentos típicos… Como la profesora vio que estábamos interesados, invitó a su familia a clase para que nos contaran más cosas de su país. Gracias a Aisha hemos aprendido muchas palabras y algunas frases en árabe.
El día de la visita de su madre, Deima, disfrutamos mucho. Comimos cuscús, nos probamos vestidos…, y lo que más nos gustó fue cuando Deima nos pintó las manos con henna.
Aisha estuvo en el cole solo un curso. Su despedida fue triste, pero seguimos hablando con ella. Todos nos acordamos de ella porque fue muy buena amiga.
Irene M. H., 5ºA

Lucía O. P., 5ºA
Los sueños del mundo

Érase una vez un niño llamado Iván. Era un niño algo, rubio, con los ojos azules y un poco delgado. También era simpático, amable, generoso, divertido y risueño.
Un día soñó que un americano le pegaba, le insultaba y le hacía quedar en ridículo. Se despertó pensando que los americanos eran así. Se lo contó a su madre y ella le dijo que estaba equivocado, pero Iván no la escuchó, era como si oyera llover.
Al cabo de varios años, cuando estaba en el instituto, se quiso ir de intercambio a América. En dos semanas organizó su viaje. Se quedó en una casa bastante grande y acogedora.
La familia que le iba a acompañar en esta aventura estaba formada por la madre, el padre y sus dos hijas, Julie y Kate. Julie tenía 14 años y Kate, 10. 
Al llegar les dio muy buena impresión. Eran muy educados y Julie y Kate le enseñaron muchas tradiciones que en España no había. Sinceramente, no se podía quejar, le trataban como a un rey.
Pero llegó el día de volver a España y no tenía ganas. Lo primero que hizo al llegar fue darles un beso y un abrazo a su padre y a su madre. También les dijo:
¡Qué ganas tengo de volver a América!
¡Pero si a ti no te gustaba! dijo la madre.
Sí, pero eso fue un sueño, la realidad es muy diferente. Además, me han enseñado muchas cosas y he conocido mucha gente nueva ya que América está formada por muchas razas diferentes de todo el mundo. Ha sido una experiencia inolvidable.
Laura V. E., 5ºB
Iciar M. T.,  5ºB

Kento, un chico curioso

Érase una vez un chico llamado Kento que vivía en La India. Su padre trabajaba en una fábrica de coches, pero un día la fábrica quebró y, claro, tuvieron que despedirlo.
Pasaron dos días y el papá de Kento, que se llamaba Álvaro, no encontraba trabajo y Sofía, la mamá de Kento, se enfadó muchísimo. El padre tuvo que recurrir a buscar trabajo por una página web llamada www.toma/trabajo.net.
Al cabo de una semana llamaron a Álvaro y le dijeron que le habían contratado, pero había un problema, el trabajo era en América. El padre le dijo a Kento:
Hijo, despídete de tus amigos.
Kento contestó:
¿Por qué?
Y le dijo el padre:
Porque nos marchamos a América.
Kento lloró mucho, pero al final lo tuvo que asumir.
El avión tardó 9 h 51 m 38 s en llegar a México D.F. Al día siguiente Kento no fue al colegio porque estaba cansado.
Llegó el día de ir al colegio y allí se lamentó mucho más. Pero, menos mal que conocía a un niño llamado Luke que le preguntó porqué no le gustaba  América y Kento no le contestó porque no tenía ganas de hablar nada de nada.
Esa noche, antes de acostarse, cenó, como todo el mundo. Se lavó los dientes y se acostó. Tuvo una especie de sueño –pesadilla- y soñó con un fantasma que le mostró la pasada ciudad de México D.F. y Kento dijo:
¡Qué bonito!
Estaba equivocado.
Pedro S. G., 5ºC
Por la mañana se levantó corriendo, sin desayunar ni nada, y se fue corriendo a disculparse con Luke y los demás compañeros por decir que odiaba América.
David M. M., 5ºC

La amistad multicultural 

Había una vez un niño procedente de África llamado Zuri. Su madre Sarah y él venían de un pueblecito muy pequeño donde vivían en cabañas y, dadas sus malas condiciones de vida, vinieron a España.
Era su primer día en aquel barrio. Mientras ayudaba a su madre con la mudanza, Zuri observó una placa que había en el patio del bloque donde ponía “Zona de fútbol”. Le pidió permiso a su madre para ir a jugar y se acercó. Los niños, extrañados de ver un niño con la piel tan morena, se quedaron pasmados, no estaban acostumbrados a ver personas africanas.
Zuri les preguntó, algo extrañado, si podía jugar al fútbol con ellos. Entonces, los niños empezaron a reírse como nunca lo habían hecho y Gonzalo, el niño que tenía la pelota, exclamó entre carcajadas:
Lo siento, pero se mancharía cuando la tocaras tú y me castigarían.
Aquellos niños ignorantes se burlaban de él como si fuera diferente a ellos, como si fuera de otro planeta. Zuri corrió hasta su casa y, llorando, le suplicó a su madre que se marcharan de allí, que unos niños le habían insultado y reído de él. Su madre, al haber tenido él una infancia tan dura, le dijo:
Puede que tú tengas la piel más oscura que ellos, pero tú tienes el corazón más puro y limpio.
Pablo T. M., 6ºA
El niño abrazó a su madre y volvió a salir al patio. Salió corriendo, cogió aquel balón e hizo trucos que ninguno de los otros niños sabía hacer. Zuri exclamó con una sonrisa de oreja a oreja:
¡Y mirad, la pelota está como nueva, ni una mancha!
Aquella pandilla le pidió perdón, le dijeron que lo habían subestimado y que ellos le enseñarían sus costumbres a cambio de que él les enseñara aquellos trucos con la pelota. Zuri empezó a reírse, respiró un segundo y dijo:
¡Acepto!
Al día siguiente, en el colegio, todo el mundo lo aplaudió al entrar en clase, nadie lo trató con malos modos.
Aquel barrio era pequeño y las noticias volaban. Zuri se dio cuenta de que por fin tenía amigos que le apreciaban de verdad. A partir de ahí, todas las tardes quedaban en el patio para jugar al fútbol y lo nombraron el capitán del equipo.
Para finalizar, Zuri se dirigió hacia la placa del patio y dijo:
La palabra fútbol me gusta, pero en mi país lo llamamos “shirmaha”.
Entonces todos gritaron:
¡Shirmaha! ¡Me gusta!
Y al cabo de algunos años, en esta escuela y en muchas más, hubieron niños africanos, chinos, rusos…, y a todos les encantaba el “shirmaha”.
La moraleja de esta historia es que da igual el color de nuestra piel o de la cultura que procedamos, lo importante es qué clase de persona seamos y debemos ser respetuosos porque todos somos iguales.
Claudia M. G., 6ºB
Laura M. J., 6ºA

Un sueño muy real

Había una vez un niño llamado Tim. Tim vivía en Londres con su padre y su madre. Su madre era maestra y su padre piloto de avión.
Un día decidieron hacer un viaje a Australia. Partieron el día 15 de junio. Cuando estaban a punto de llegar a su destino, estalló una tormenta. Empezó a llover a mares y, de repente, le cayó un rayo al avión, el motor se incendió y empezó a caer en picado. Tim, al ver que caían, cogió un paracaídas y un chaleco salvavidas.
El pánico empezó a correr y empezaron a saltar del avión. Cayeron en el mar y cogieron una balsa. Tim se durmió y, al despertarse, estaba en una isla. No veía a sus padres ni a nadie. Estaba solo.
Se levantó y se puso a buscar materiales para construir una cabaña. Al entrar en la selva, vio un poblado, eran indígenas. Entró en el poblado e intentó comunicarse con ellos. Al principio no pudo, pero luego aprendió su lengua, sus costumbres, a preparar sus comidas y a respetar la naturaleza. Estuvo allí tres años.
Un día le cayó un coco en la cabeza. Cuando se despertó, estaba en su casa, en su cama. Había sido un sueño, ¿o no? Lo único que sabía es que estaba contento de haber aprendido otra cultura.
Pablo S. P., 6ºB


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